Conversamos con Edgar Barrios, autor del libro «El libro de la medicina tradicional cannábica» les presentamos una mirada fascinante a la integración de la marihuana en la espiritualidad y la terapéutica tradicional. Edgar Barrios, un psicoterapeuta con años de experiencia clínica e investigación del conocimiento ancestral, argumenta en una entrevista que la regulación gubernamental del uso de la marihuana debería considerar estos aspectos, más allá de su uso recreativo o medicinal.
Lo que hace falta incluir en la regulación que los gobiernos hacen sobre el uso de la mariguana, así como en la sensibilidad de la población a temas cannábicos, es la integración del uso de esta planta desde su perspectiva espiritual y su uso en la terapéutica tradicional que va más allá del uso lúdico o medicinal que actualmente se contempla, por ejemplo, en la legislación mexicana y que facilitaría a los mestizos y pueblos originarios un uso más amplio, estimó el psicoterapeuta Edgar Barrios, en entrevista.
Para el autor de “El libro de la medicina tradicional cannábica” (publicado por la editorial española Isthar, en noviembre de 2023), la visión reconocida actualmente del uso con fines medicinales, como en el caso de Graciela Elizalde (menor diagnosticada con el síndrome de Lennox Gastaut) quien obtuvo el primer permiso en la historia moderna de México para importar y utilizar un aceite de cannabis para tratar las más de 400 convulsiones que presentaba al día.
Caso que es un ejemplo muy claro de la necesidad imperante de su uso medicinal y que se manifiesta en la sociedad a través de organizaciones como Mamá Cultiva, ante la realidad de aprovechar las bondades cannábicas para atender enfermedades en sus hijos. A ello se suma el uso lúdico que fue promovido por particulares, a través de amparos, para poder usar esta planta como recreación.
“Sin embargo, no se menciona el uso en la terapéutica tradicional para su uso en el tratamiento de diversos síndromes de filiación cultural, prácticas y creencias de pueblos originarios como el otomí, totonaca, nahua, entre otros, así como en los mestizos herederos o impulsores de los saberes sanadores ancestrales; también se está olvidando la dimensión del trabajo sanador espiritual, lo que incluye el contacto con el espíritu de esta planta maestra”, dijo la fuente.
Abundando en la idea de planta maestra, el psicoterapeuta con 23 años de experiencia clínica y 16 años de vivencias e investigación del conocimiento ancestral bajo la concepción del nahualismo, explicó que son aquellas que los curanderos, terapeutas tradicionales, sanadores o brujos o chamanes utilizan para “bajar conocimientos”, trabajar en su historia personal, contactar espíritus o desarrollar su espiritualidad, lo que empodera a las personas y de ahí que también se asocie con el término de plantas de poder o enteógenas y que dieron origen al chamanismo primitivo y a la sociedad como la conocemos.
Mientras abundaba en el concepto y sus ventajas para la introspección y el mundo del ensueño a través de estas plantas, señaló que en México hay una variedad muy amplia de ellas, algunas incluso parte fundamental de la construcción cultural, como el peyote y algunas culturas del norte territorial mexicano y el sur de Estado Unidos:
“Aunque Puebla tiene las suyas, como los hongos sagrados, ololiuqui, tepezcohuite, etcétera, el cannabis ha enfrentado un proceso de culturación tal que, a pesar de ser de origen asiático y traído por los europeos desde la conquista de América, ya forma parte de las prácticas tradicionales de pueblos originarios mexicanos y algunos latinoamericanos con tal arraigo que hasta un contexto de cosmogónico y en la cosmovisión ya le confieren estos contextos culturales”, abundó.
Visión que tiene mucho que aportar a las prácticas psicoterapéuticas y de la medicina tradicional mexicana, desde un concepto no dependiente de las sustancias químicas o principios activos reconocidos en esta planta maestra, esencia que da origen a su libro.
Al tiempo en que explicaba que el uso sagrado de estas “drogas ancestrales” no es buscar el uso irresponsable, sino romper con los estigmas sociales, algunos de ellos originados por fines religiosos, políticos, económicos y hasta filosóficos, según explicó en la entrevista:
“Se puede pensar que inducen a la drogadicción, que lo que sucede sólo es el efecto alucinógeno o la fantasía del ensueño, sin embargo, en el trabajo espiritual, lo que sucede – fantasía o no – toca las fibras de aquello en el que el participante no ha querido trabajar de su historia, comprende hechos biográficos y hasta sana duelos no superados. Conflictos transgeneracionales, problemas de pareja, se hacen limpias, se rompen trabajos brujos, se alivian males como el de espanto, nerviosismo, entre otros síndromes de filiación cultural; de ahí la importancia de esta reconcepción de los usos cannábicos y la responsabilidad con la que se aplique, aunque – reconoció – un trabajo mal conducido o producto de la curiosidad puede derivar en experiencias que lejos de sanar traumen o perturben al usuario de manera irremediable”, acotó.
Por último, detalló que el uso no acompañado de expertos o de profesionales puede derivar en abuso en el consumo y ello se manifiesta en otros problemas como ansiedad, delirio de persecución, megalomanía, destapar otros problemas de la percepción como episodios psicóticos, etcétera.
Sugirió que, antes de siquiera pensar en una experiencia cannábica o con cualquier enteógeno la persona no debe tener diagnósticos como trastornos de personalidad, psicosis, esquizofrenia o vulnerabilidad (predisposición) genética a este tipo de trastornos, lo que se sabe cuando hay familiares diagnosticados por psiquiatras o neurólogos por alteraciones en la percepción, por ejemplo.
Aunque destacó que sus usos beneficiosos de esta planta está: la curación de espanto, nervios, enverijamiento, mal de ojo, brujería, levantamiento de sombra, ansiedad, problemas de pareja, etcétera, así como trabajo en temazcales, limpias, velaciones y otras prácticas de la clínica terapéutica tradicional, así como el contacto con seres fallecidos para aliviar duelos no superados, con seres espirituales para pedir consejo, además de bajar conocimientos útiles a los diferentes campos del saber humano, tradicional o científico, entre otros usos.
“No es ser un mariguano, de hecho, en la práctica que propongo en el libro es rescatar los saberes tradicionales y adaptarlos a la cotidianidad actual para romper estigmas; no es fumar mariguana, es conocer la propia espiritualidad a través de usos responsables y con consciencia; tampoco es ofrecer un turismo psicodélico para satisfacer la demanda en el mercado, es proponer una herramienta para generar el despertar de la consciencia”, finalizó, al tiempo en que enfatizó que el árbol se conoce por sus frutos y ante ello, es evidente el trabajo personal que hay de fondo, desde esta arista, a partir de un simple principio: que se vea sin decir nada.